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Dossier Construcción: Arquitectura industrial, memoria y ciudad

¿Priorizar un proyecto industrial o la arquitectura que lo engalana? Ciertas obras nos confirman que una amalgama entre ambos factores redunda, además, en un beneficio para la comunidad.

Quienes nos dedicamos a la arquitectura industrial solemos escuchar que, si bien un arquitecto es necesario a la hora de proyectar una casa, un supermercado o una capilla, su misión es superflua en un proyecto industrial. La importancia del proceso resuelto por ingenieros especializados suele limitar aspectos del proyecto: por ejemplo, el de su interacción con la comunidad en la que se encuentra.

Por fortuna, esta necesaria búsqueda de una visión global en la arquitectura industrial no es un invento nuevo. La ciudad de Buenos Aires tiene varios ejemplos con los que nos cruzamos a diario.


Palacio de las Aguas Corrientes

Inaugurado en 1894, este palacio fue parte de las obras de saneamiento de la ciudad; en realidad, es un gran tanque de agua. Como escribió el arquitecto Jorge Tartarini: “El gobierno de la época encargó la obra a los ingleses y les dijo que no quería un simple tanque de agua sino un monumento a la higiene pública. Este Palacio sirvió, además, para hacer visibles ciertas obras que, por ser subterráneas, no se lucían ante la gente”.

Pese al lujo de su fachada, lo relevante de la inversión no fueron las 170.000 piezas de terracota y los 130.000 ladrillos esmaltados traídos en barco desde Europa, sino la estructura, los tanques y, por supuesto, la red de agua potable para llenarlos.

El proyecto del ingeniero sueco Karl Nyströmer y del arquitecto noruego Olaf Boye transformó un simple depósito de agua en un hito urbano del que seguimos disfrutando más de 120 años después de su inauguración.


Compañía Ítalo-Argentina de Electricidad (CIAE)

Esta compañía eléctrica inició sus actividades en 1912. Su fundador, el empresario italiano Juan Carossio, buscó abrirse paso frente a la monopólica Compañía Alemana Transatlántica de Electricidad (CATE), y para ello focalizó su estrategia en el consumo domiciliario, en particular el de la comunidad italiana, que estaba en plena expansión. Haciendo marketing  antes del marketing, transformó cada construcción en una herramienta de comunicación.
El arquitecto italiano Giovanni Chiogna definió un estilo florentino que replicó en más de 100 instalaciones: desde “El Palacio de la Luz”, la gran usina de La Boca, hasta subestaciones y pequeñas estaciones de apoyo.

La CIAE no solo logró un estilo corporativo propio: la calidad de los espacios que legó también permitió adaptarlos a otros fines. El otro “Palacio de la Luz” fue transformado en la Usina del Arte, un centro cultural de excelencia que alberga un gran auditorio y al Museo del Cine, mientras que la subestación de la calle Montevideo hoy aloja al Museo del Holocausto.

Todas estas obras nos demuestran que incluir la arquitectura en un proyecto industrial puede ser una gran ventaja, no sólo para la empresa mandante sino también para la comunidad.


Referencias

∙ Palacio de las Aguas: https://www.aysa.com.ar/media-library/que_hacemos/Concientizaci%C3%B3n/Lazos_de_agua/Palacio_de_Aguas_Corrientes-2019.pdf
∙ CIAE: http://endlessmile.com/buenos-aires-ciae-building-list-inventario/ 

 

Fotos: Palacio de Aguas Corrientes, Capital Federal, Buenos Aires / Usina del Arte, Capital Federal, Buenos Aires.

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