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Thomas Piketty: Un análisis sobre el pasado con interrogantes para el futuro

Thomas Piketty en la Fundación OSDE (enero 2015)

Que un libro de alrededor de 700 páginas provoque gran revuelo dentro y fuera del mundo académico y, que ese texto haya surgido de un economista, es algo digno de mención.

Thomas Piketty es el responsable del gran fenómeno. Un hombre aún joven, afable, entusiasta de sus ideas, dispuesto a compartirlas. Pero, para ello, hay que zambullirse en una lectura infinita.

Aunque él sostenga que el destinatario es capaz de asumir el papel interpretativo, cualquiera sugeriría que es mejor ser un lector entrenado. Afortunadamente, su aspiración de ser comprendido ha sido facilitada por la Fundación OSDE junto con el Centro Franco-Argentino de Altos Estudios (CFAAE) (1) y el Fondo de Cultura Económica, invitándolo a disertar en enero pasado.

Como han explicado las autoridades de OSDE, «la presentación de Tomas Piketty fue una forma excepcional de dar inicio a las actividades de difusión cultural que la fundación lleva adelante desde hace más de veinte años». Excepcional, considerando que la revista Foreign Policy  lo catalogó como uno de los cien pensadores globales más influyente.

LA TRASTIENDA DE LA HISTORIA

¿A qué se debe tal distinción? Según el economista argentino José María Fanelli, moderador de la velada, «su trabajo ha servido para reposicionar la hipótesis optimista de Kuznets  sobre la relación entre el desarrollo y la desigualdad y ha puesto en evidencia la importancia de las instituciones políticas y fiscales en la dinámica histórica de la repartición de la riqueza».

Thomas Piketty cree que el éxito de su libro radica en ser accesible al público en general, evitar tecnicismos y, probablemente, reflejar la demanda de algún tipo de democratización del conocimiento económico. Con 43 años, es director de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales y profesor en la Escuela de Economía de París.

Cuando se le preguntó que lo había motivado a tamaño esfuerzo de escritura, nos confió que su arribo a la adultez coincidió con la caída del muro de Berlín y todas las implicancias que significaba para el capitalismo. Esa inquietud, permanentemente rondando en su cabeza, sumado a su experiencia como profesor asistente en el MIT  y la sorpresa de descubrir copiosos datos históricos que nunca habían sido recopilados, contribuyeron a emprender su regreso a Francia donde la tradición de investigación en ciencias sociales era más cercana a su proyecto.

Así es como abordó el estudio de las clases sociales y de sus salarios con una concepción más próxima a la historia y a la política, no solo economicista; comenzando con la historia de los ingresos y la riqueza porque le pareció la forma más natural de acercarse a esos intereses.

En su análisis de la dinámica global del ingreso y la distribución de la riqueza en veinte países, desde el siglo XVIII en adelante, no incluyó a las economías emergentes latinoamericanas por imposibilidad de acceder a datos históricos fiscales; sin embargo, enfatizó lo mucho que le hubiera gustado añadirlos.

¿Por qué hizo hincapié en detalles fiscales? Durante los quince años de investigación, sus fuentes de datos fueron el impuesto a las ganancias  —implementado desde principios del siglo XX—, y los impuestos sobre la riqueza y la propiedad, de los que se tiene conocimiento a partir del siglo XIX.

Con todos esos datos, construyó largas series históricas que le permitieron cotejar que, a partir de 1980 y en casi todo el mundo desarrollado, la desigualdad volvía a crecer en contraste a las predicciones optimistas de Kuznets. El laureado premio Nobel norteamericano, para explicar la disminución de las diferencias en el período de entreguerras, había inferido que existía una reducción natural de la desigualdad y una estabilización de la misma en las etapas avanzadas del desarrollo. Él mismo tenía sus reservas pues sostenía que no se podían perder de vista los motivos particulares que habían llevado a esa reducción como podrían ser la Gran Depresión, las Guerras Mundiales…

RIQUEZA VS. DESIGUALDAD

Piketty,  considera que esos motivos particulares y las políticas públicas resultantes, están relacionados con fuerzas poderosas que van en todas direcciones y que dependen de las políticas e instituciones que elijamos. Además, ahondando en su monumental arsenal empírico, nota que en las últimas décadas el aumento de la desigualdad ha sido menos pronunciado en Europa y en Japón que en Estados Unidos. ¿Cuáles podrían ser sus causas? Aventura que podrían ser las diferencias en la formación de las personas, en la aparición de explosivos salarios entre el personal más altamente calificado, en la gobernanza corporativa, en lo fiscal, que determinan distintas trayectorias. Aunque su preocupación se centra en la evolución histórica del segmento de población con mayores ingresos  —el 1% más rico—, subraya que la desigualdad en la riqueza es mucho menos extrema que un siglo atrás y la clase media tiene una porción más grande de la riqueza total. Es que el crecimiento de una verdadera clase media patrimonial fue la principal transformación estructural de la distribución de la riqueza en los países desarrollados durante el siglo XX.

Otro economista y profesor del MIT, David Autor, a partir del análisis de su colega francés decidió tomar el camino inverso y centrarse en el 99% restante. Estimó que, la distancia en los ingresos de los trabajadores con estudios secundarios respecto de los que han concluido la educación universitaria, creció cuatro veces más que el cambio en los ingresos entre ese 1% de la población más rica y el 99% remanente. Por ende, no duda en recomendar que la mejor inversión reside en educar al ciudadano.Recomendación con la que coincide ampliamente Piketty.

«Los capitalistas se van volviendo proporcionalmente más ricos y se adueñan de porciones mayores de la renta de la sociedad debido al retorno superior del capital por sobre el crecimiento del conjunto de la economía», es un planteo que ha debido aclarar recientemente, sustituyéndolo por: «esa relación de retornos no sería la principal ni única causa de los cambios en los ingresos y en la riqueza».

Es más, la dinámica futura de la desigualdad en la distribución del ingreso y la riqueza podría estar influenciada por avatares políticos o institucionales, como ocurrió en el pasado. Que la riqueza suba más que el crecimiento de la economía no implica que la desigualdad aumente para siempre; más bien implica que puede perpetuarse en el tiempo. Al respecto, él aclara que la acumulación de la riqueza es un factor positivo y necesario en toda sociedad pero, para evitar una acentuada desigualdad, la aplicación de impuestos progresivos podría ser una solución.

Su propuesta principal consiste en aplicar un impuesto al capital que sea progresivo y universal, con propósitos de regulación en lugar de destinarlo a financiar gastos sociales.

TRANSPARENCIA PARA LATINOAMÉRICA

Ante la inevitable pregunta sobre su visión de Argentina, volvió a excusarse; no obstante, para no defraudar al auditorio, brindó una serie de sugerencias y prometió intentar incluir a las economías latinoamericanas en investigaciones futuras.

Piketty sostuvo que la desigualdad de ingresos en Latinoamérica es alta y probablemente es subestimada porque las estimaciones oficiales se basan en encuestas de hogares con información autoreportada; sugiere recurrir a datos fiscales que resultarían más realistas pero… no existen.

Advirtió que la falta de transparencia en las cuentas nacionales atentan contra la medición de la desigualdad y las consecuentes políticas para subsanarla. También impiden saber cómo los distintos grupos sociales se benefician del crecimiento. Y, en cuanto al sistema del impuesto a las ganancias, con alta inflación no reconocida, es imperioso evaluar si está bien aplicado.

A propósito de estas advertencias, el moderador José María Fanelli, instó a extrapolar las conclusiones a las que arribó Piketty a la Argentina para meditar sobre nuestros propios problemas.
Para practicar tal desafío, el economista argentino destacó que hay tres cuestiones estructurales fundamentales: una economía dual donde el sector informal es enorme, con un amplio sector de la población fuera de la fiscalidad y al margen de las políticas públicas; la pobreza que solo se puede enfrentar si se cuenta con datos confiables que derivan de una tarea de responsabilidad del Estado; y una América Latina que aún se halla en la etapa del bono demográfico , mientras los países desarrollados transitan la etapa de envejecimiento.

A  lo anterior, agregó: «Tanto Japón como Europa y en cierta medida los Estados Unidos, ya son viejos pero ricos; en cambio Latinoamérica y, en especial Argentina, corren el riesgo de hacerse vieja sin lograr hacerse rica».

En cuanto a la riqueza, Fanelli opinó: «El mejor activo de los países de América del Sur son los recursos naturales y, habiendo tenido la mejor década desde el punto de vista de los términos del intercambio no nos hemos convertido en países más ricos ya que nuestra relación capital-producto sigue siendo baja; y, lo peor, es que tenemos capitalismos de prebendas donde el Estado no da buen uso de sus recursos».

Es incuestionable que la obra de Piketty generó un amplio debate, no exento de críticas que no se han mencionado en esta nota. ¿Qué lección le deja a la Argentina? Coincidencia de inquietudes entre un economista social como Thomas Piketty y un Papa llamado Francisco que condenan la desigualdad, la injusticia y la falta de acceso a la educación. En sus propias palabras «Negarse a usar cifras, rara vez favorece a los más pobres».

(1) El Centro Franco Argentino de Altos Estudios creado en 1996, surge de un convenio entre la Embajada de Francia en la Argentina y la Universidad de Buenos Aires; tiene como meta fomentar la cooperación científica y el intercambio intelectual entre Francia y Argentina en las ciencias sociales y las humanidades.

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