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Las nuevas relaciones humanas

Entrevista con la antropóloga franco-argentina Carmen Bernand, quien participó en enero pasado de la última Noche de las Ideas.

Tuvo a su cargo la conferencia inaugural: “¿Lo humano es una noción obsoleta?”. Beatriz Reynoso, socia de nuestra Cámara, asistió a los encuentros y entrevistó a la invitada.

Carmen Bernand, nacida en París, llegó con sus padres –exiliados republicanos españoles– a la Argentina en 1939. Vivió 25 años en Buenos Aires y se graduó en Ciencias Antropológicas en la UBA en 1964. Ese mismo año viajó a París con el fin de hacer un doctorado bajo la dirección de Claude Lévi-Strauss (1970) y se doctoró con una segunda tesis sobre el campesinado indígena de Ecuador, con Olivier Dollfus. En 1967 integró el Departamento  de Sociología de la Universidad de Paris X (Nanterre) y desarrolló una fructífera carrera docente y de investigación hasta su jubilación, en 2006. Tras varios años dedicados al trabajo de campo, se interesó por la antropología histórica del mundo colonial hispanoamericano,

y también estudió la desintegración del mundo indígena en el siglo XIX. De un tiempo a esta parte, Carmen Bernand ha trabajado sobre las fuentes arqueológicas e históricas (Histoires des peuples d’Amérique, Fayard, 2019). Sobre todos estos temas ha publicado más de 20 libros y numerosos artículos tanto en francés como en español, siendo   los principales títulos en este último idioma Negros esclavos y libres en las ciudades hispanoamericanas (Fundación Tavera, 2001) e Historia y antropología de un enfrentamiento (Prometeo, 2016).

La cuarta edición de La Noche de las Ideas, evento mundial impulsado por el Ministerio de Europa y Relaciones Exteriores de Francia, tuvo lugar los días 29 y 30 de enero en el Viejo Hotel Ostende, de esa localidad balnearia, y los días 31 de enero y 1 de febrero en el Museo MAR, Museo de Arte Contemporáneo de Mar del Plata. La programación comprendió charlas, performances interactivas y otras expresiones artísticas de referentes franceses y argentinos. Entre los invitados lle- gados desde Francia estuvieron, además de Bernand, el historiador Jean-Frédéric Schaub, el filósofo Florent Guénard, los actores Nathalie Fillion y Michel Didym, y la escritora Nathalie Peyrebonne.

“Ser viviente–Estar vivo”, con el subtítulo “Más allá de lo humano”, fue el tema tratado este año a través de varios cuestionamientos: los equilibrios ecológicos y la relación del hombre con el mundo, el cambio tecnológico y el advenimiento de la inteligencia artificial. “Estar vivo” también significa actuar, comprometerse, dar sentido a las propias acciones y a la propia existencia. ¿Qué es un ser vivo?

¿Cuál es nuestro lugar en el mundo viviente? ¿Cómo nos obliga a actuar el “ser vivo”? Interrogantes que son, más que nunca, de actualidad en el presente contexto.

Usted indaga acerca de la posibilidad de que los vínculos cara a cara se hayan convertido en obsoletos. ¿En qué se apoyan sus observaciones?

El texto que presenté en La Noche de las Ideas no es académico; únicamente pretende compartir algunas ideas basadas en observaciones cotidianas (transporte público, calle, hogar) sobre la utilización des- medida, adictiva, de los teléfonos. Veo niños llorando en la calle

porque las madres no les hacen caso, están con mensajes y llamadas; los jóvenes no participan en las comidas en casa de sus padres y otros se encierran en sus teléfonos; pasajeros del metro (subte) que no observan nada fuera de las pantallitas, y son la mayoría…

Con el advenimiento de las redes sociales, ¿el concepto tradicional de “amigo” ha cambiado?

Yo creo que sí. Para las redes sociales el “amigo” es una abstracción, porque lo que importa es tener una red muy poderosa de gente conocida o no, que da la plusvalía a aquel que puede jactarse de contar con miles de amigos. También hay motivos comerciales.

En redes sociales circula una imagen simbólica: un grupo de personas viaja en una góndola en Venecia, pero están todos hipnotizados por el celular. ¿Estamos dejando de vivir y disfrutar del mundo real?

El ejemplo de Venecia es muy significativo. Yo constato –porque nunca estoy con un aparato en un transporte público o en algún paseo– que la gente no sabe “ver”. Esto lo he visto con alumnos, a quienes muestro una imagen y luego les pregunto “¿Qué ven?”, y no saben contestar. Es muy curioso: con la sensibilidad ecológica que existe hoy, el paisaje natural no interesa. Me consta, he viajado bastante y cuando el piloto anuncia que estamos atravesando la cor- dillera de los Andes y se ve el Aconcagua, nadie se inmuta; tampoco se miran los Alpes desde el tren. Los museos están muy concurridos, pero hay poca gente que se detiene en los cuadros o en los objetos. La mayoría los “capta” para luego poder decir que estuvieron ahí, lo cual brinda prestigio. Es lo que en las charlas de Ostende y Mar del Plata llamé la “predación” de la imagen, algo que no es sinónimo de descu- brimiento, disfrute, observación de matices de luces, de colores…

¿Cuáles son diferencias que advierte entre Francia y la Argentina?

La diferencia que salta a la vista cuando uno regresa a la Argentina es la importancia que los argentinos (o, en todo caso, los porteños) atribuyen todavía a las relaciones humanas, a la charla incluso con

LA HOMOGENEIZACIÓN DE LAS REDES SOCIALES –Y LA ADICCIÓN QUE SUSCITAN– LIMITARÁ LA LIBERTAD, A PESAR DE QUE CADA UNO SE CONSIDERE LIBRE DE DECIR LO QUE PIENSA. LA CONEXIÓN PERMANENTE ES TAMBIÉN UN CONTROL PERMANENTE.

desconocidos, a los vínculos de amistad y de parentesco. Esto existió en Francia aunque con otras características, puesto que se trata de países distintos, cada uno con sus pautas culturales. Ahora me parece que la calle es más hostil, que las reglas de cortesía que implicaban saludar a la gente que toma el mismo ascensor o tener la puerta para no cerrarla de golpe sobre el que llega se están desvaneciendo. Son muy pocos los jóvenes que en el transporte público ceden el asiento a un anciano o a una mujer embarazada. Un gran sociólogo como Norbert Elías analizó la importancia de esas reglas que, en la vida cotidiana, suavizaban las tensiones y creaban cierta armonía.

Cuando dice “Mi sociedad perdió la gran cultura que tenía”, ¿a qué se refiere?

A la pérdida progresiva del acervo cultural, lo que antes en Francia se llamaba cultura general inculcada por la escuela laica y gratuita francesa: eso hace que muchas cosas se vuelvan incomprensibles para los jóvenes, que el vocabulario se reduzca. En la Argentina, el país más culto de toda América, también era importante; todavía existe el orgullo de no ser “inculto”. En mi época eso estaba fuertemente asociado con las clases medias, que son las que yo frecuenté en la Universidad de Buenos Aires. No poder decir nada sobre teatro, cine, política, filosofía o arte era una vergüenza. Aún recuerdo un cartel, durante el primer gobierno de Perón, que a mis padres españoles les causaba mucha gracia: “Agarrá los libros que no muerden”.

¿Surgen nuevos conflictos entre padres e hijos?

En esta cuestión habría que ser más rigurosos. Lo único que puedo decir es que toda forma de autoridad (padres, maestros) es rechazada por los jóvenes. En Francia hubo casos interesantes cuando se observó que los niños asiáticos (chinos y vietnamitas, mayormente) eran muy buenos alumnos porque respetaban al maestro y escuchaban lo que decía. Eso produjo rechazo, envidia y comentarios poco felices. La humildad que consiste en admitir que hay gente que sabe más que uno, y que por consiguiente tiene algo que aportar, está desapareciendo: eso me parece un rasgo muy negativo.

Con respecto a las personas mayores, ¿se exacerba la falta de atención y la exclusión social al no haber podido adaptarse al mundo virtual?

Sí. En Francia se obligó a todos los ciudadanos a hacer la declaración de los impuestos de manera online. Eso fue y sigue siendo una violencia muy fuerte infligida hacia todas aquellas personas que carecen de computadora, y también se temen los “desvíos” que hacen los hackers.

¿Las políticas comerciales también giran hacia un mundo virtual donde las personas no pueden encontrar la solución a sus problemas?

No mencionemos este punto, porque implica muchísimos ejemplos. Los algoritmos telefónicos son insoportables. El hecho de que los supermercados de París estén reemplazando empleados por máquinas acarrea muchos problemas. Para los jóvenes, las máquinas son preferibles a las personas; para los que ya somos mayores, ¡no! Tampoco para los empleados, porque sus puestos están amenazados a corto plazo, ya que serán desplazados, desempleados, y también porque pueden intercambiar algunas palabras con los clientes, lo cual no es un dato menor.

En los jóvenes ha surgido un nuevo tipo de ansiedad deno- minada FOMO (por sus siglas en inglés Fear of missing out): sienten que no pueden captar todo en redes sociales…

El FOMO es un síntoma muy grave de dependencia. En una discusión con jóvenes, donde también se quejaban de los insultos que recibían en las redes, sugerí que, para no deprimirse con esa violencia gratuita, bastaba con no consultarlas. Pero se sentían angustiados por ese corte tan radical, ya que tampoco sabían cómo hacer amigos “directos”. Me lo comentaron haciéndome una pregunta interesante: “¿Cómo hizo usted para adaptarse a esas sociedades tan distintas –aburridas, para ellos– como las de los indígenas campesinos?”. Respondí que nunca me había planteado esa cuestión porque había vivido 25 años en un país donde todo el mundo hablaba con desconocidos. Se quedaron perplejos… y no me entendieron, claro está.

Comunicación con emoticones: ¿empobrecimiento del lenguaje o nueva forma de comunicación?

Los emoticones son una forma de comunicar pero, en mi opinión, muy pobre por lo estereotipada. La comunicación humana tiene sus matices y su poesía. Transcribo lo que me dijo una mujer mayor, indígena, que vivía en los altos de un pequeño pueblo de la sierra de Ecuador, analfabeta y muy pobre:”Yo, por ahí, siendo ave, he de alzar el vuelo y me he de ir”. Ningún emoticón puede expresar ese pensamiento.

Como antropóloga, ¿siente que los cambios de lo real por lo virtual son vertiginosos?

Se trata de una verdadera “revolución”, porque una de las características de las nuevas tecnologías es la supresión de la distancia, la inmediatez, el hecho de que el tiempo y el espacio forman uno solo. Como toda revolución, habrá cosas positivas (gran desarrollo científico, comunicación a nivel global) y negativas. En lo negativo veo que la homogeneización de las redes sociales –y la adicción que suscitan– limitará la libertad, a pesar de que cada uno se considere libre de decir lo que piensa. La conexión permanente es también un control permanente.

¿Y los aspectos positivos?

Las redes sociales permiten compartir una gran alegría o un duelo con los “amigos”, entre los cuales también hay verdaderos. Hemos hablado de los aspectos negativos; sin embargo, al mismo tiempo la tecnología nos permite mantener contacto con seres queridos que viven muy lejos.

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