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Delegación Mendoza: Un contexto incierto para el viñedo argentino

El Lic. Javier Merino, de la División Vinos del Banco Supervielle, fue uno de los oradores principales de la Semana Viví Francia 2020 en Mendoza.

“A lo largo de las últimas tres décadas, la vitivinicultura mundial atravesó fenómenos que no habían ocurrido en varios siglos: internacionalización del consumo, globalización del comercio, cambios de hábitos, disminución de las superficies cultivadas, mejores rendimientos y mayor rentabilidad”, dijo el Lic. Javier Merino, en ocasión de Viví Francia 2020, en Mendoza.

Mientras se daban esas inflexiones a nivel mundial, el viñedo argentino tuvo un comportamiento totalmente distinto, como subraya el especialista. “Hasta 1980 la vitivinicultura argentina vivía del consumo nacional y se expandía gracias a subsidios; se generaban excedentes sin demanda internacional. Se vivía una época de agonía con bajos
niveles de inversión dada la magra promesa de rentabilidad de vinos destinados a un mercado doméstico agotado. Pero a partir de la apertura de los años 90, la viticultura se tecnificó y comenzó una reconversión que implicaría la plantación de más de 126.000 hectáreas a lo largo de veinte años. Lamentablemente, desde 2014 la inversión ha perdido la vitalidad que tenía y el ritmo de plantación ha caído a menos de la mitad de años anteriores por señales de contexto poco favorables”. 


El futuro del viñedo con sombras

La acumulación de años de bajo rendimiento económico del viñedo en combinación con señales poco atractivas para la inversión frenaron el proceso de plantaciones nuevas a partir de 2014, y a lo largo de los cinco últimos años los viñedos argentinos perdieron 10.000
hectáreas. Y las malas perspectivas podrían llevar a perder 20.000 más antes de 2023.

“Fueron el bajo rendimiento económico, el riesgo y la liquidez los que guiaron este proceso de achicamiento”, analiza Merino. Pero matiza agregando que “el rendimiento físico ha declinado como consecuencia de la implantación de variedades menos productivas, aunque la tendencia muestra precios más elevados que compensaron esta menor productividad”. Se podría resumir recordando que hasta 2014 la expansión fue menos exigente con un retorno de entre 3.000 y 4.000 USD por hectárea para pasar a una expansión más modesta pero con una exigencia por hectárea que aumentó en 1.000 dólares. Merino advierte que “2020 fue especialmente complicado para la economía mundial y la Argentina. Las cotizaciones de uvas fueron sustancialmente más bajas que el promedio histórico y llevaron la facturación promedio a un valor que se ubicó apenas en USD 1.600 por hectárea, muy lejos de su valor de equilibrio. Esto retrasará nuevamente la inversión y generará una aceleración del proceso de erradicación. Los rendimientos productivos de este año fueron pobres y se combinan con precios 30% inferiores en dólares a los de 2019. Se perdieron USD 2.500 por hectárea”.

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