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Panorama - La tercera vuelta

Se lanzó la campaña de las legislativas de octubre. Pese a ser poco relevantes en términos de aritmética parlamentaria, muchos observadores ven estos comicios como un duelo entre Mauricio Macri y Cristina Kirchner que definirá el rumbo del país de cara a las presidenciales de 2019.

Con las elecciones legislativas de octubre en el horizonte, la vida política del país y también -en parte- la económica han entrado en una nueva etapa. Puede sorprender, porque estos comicios, limitados a ocho provincias, en los que serán elegidos 24 senadores y 127 diputados nacionales, sobre un total de 72 y 257 respectivamente, no modificarán sustancialmente el equilibrio parlamentario. Strictu sensu, no tienen la importancia de otras elecciones de medio término, como las del 2009, cuando el oficialismo ponía en juego el control del Parlamento, que terminó perdiendo. Pero estamos acostumbrados a considerar que se trata de una ocasión en donde la fracción del electorado que se expresa aprueba o sanciona la gestión del Gobierno y del presidente electo dos años antes, y de un anticipo de lo que puede ocurrir dos años más tarde: reelección o alternancia. Aunque esto no siempre se verifique: pese a la derrota del kirchnerismo en 2009, Cristina Fernández de Kirchner fue reelecta con más del 54% de los votos en 2011.

¿Las clases media y baja deciden?

Dicho esto, es cierto que no pocos observadores ven a las legislativas como una cita decisiva para el futuro del Gobierno y del país. Principalmente, por el desafío que representaría la candidatura a senadora de Cristina Kirchner en la provincia de Buenos Aires. Independientemente de los resultados globales de los comicios, que deberían ser favorables al oficialismo, una eventual victoria de la expresidenta en el distrito más importante de la Argentina la relanzaría, según la opinión de muchos, incluso en el exterior, para postularse en las elecciones de 2019. Vale la pena interrogarse sobre la realidad de tal amenaza. Pero antes, cabe señalar que si Cristina Kirchner pudo volver al ruedo es porque el Gobierno le dio esa posibilidad. Solo los magros resultados de las políticas implementadas desde diciembre de 2015 explican su come back: si bien los más desfavorecidos se siguen beneficiando de una red de contención social, sufren por la falta de empleo y la persistencia de la inflación; y las clases medias, especialmente bajas, son castigadas por la reducción de la actividad. Un amplio sector de la sociedad no está bien, y en muchos casos peor, desde que Mauricio Macri asumió la presidencia.

En una correcta evaluación de esta situación, Cristina Kirchner decidió, después de haber dudado por largo tiempo, que podía ser candidata en los comicios bonaerenses. El problema de la expresidenta es que tiene un piso alto (entre 25 y 30% de los electores la apoyan) y un techo bajo (un 60% de los argentinos la rechazan). Es por eso que desdeñó al Partido Justicialista (PJ), considerando que si los barones del peronismo no la siguen, tiene asegurado el tradicional voto peronista popular, y creó una Unión Ciudadana (UC) destinada a atraer a las clases medias. De hecho, el lanzamiento de su candidatura, el 20 de junio en el estadio de Arsenal, con una escenografía copiada, según algunos, de Cambiemos, fue especialmente dirigido a ese sector de la población: en un acto sin excesos ni exabruptos, en el que reivindicó “la unión de la gente”, recibió a comerciantes, productores, profesionales, académicos, estudiantes y docentes que dieron testimonio de los problemas que afrontan en la actualidad. Para terminar con una consigna clara: “En octubre hay que ponerle límites a Macri y su política de ajuste”.

Curiosamente, el mensaje no fue mal recibido por el presidente Macri y el Gobierno. Al contrario: para el oficialismo es casi un alivio tener que confrontar con Cristina Kirchner en vez de salir a defender un balance económico y social decepcionante. Se calcula que, ante la perspectiva de un retorno del kirchnerismo, incluso aquellos electores de Cambiemos disconformes con la situación actual no dudarán en apoyar a los candidatos de la coalición gubernamental. Se pondrá el acento en el cambio cultural en marcha desde diciembre de 2015, cambio ejemplificado por acciones espectaculares y mediatizadas, de fuerte impacto en el electorado afín al Gobierno, como los operativos en la Villa 1-11-14 y La Salada, en principio destinados a frenar los avances del narcotráfico, el crimen organizado y la ilegalidad. También, en los logros de políticas que mejoran la vida cotidiana de sectores sociales de ingresos medios y bajos, supuestamente no identificados con el oficialismo, como la creación de nuevas líneas de Metrobus, la extensión de servicios públicos en el conurbano y la urbanización de asentamientos. Aquí, la consigna es implícita: “Votarnos en octubre es mantener el rumbo y alejar el fantasma K”.

Mi querido enemigo

En definitiva, Mauricio Macri y Cristina Kirchner se eligieron como adversarios perfectos para esta campaña de las legislativas. La expresidenta hablará de un presente en el que cae el empleo y desaparecen pymes. Una fotografía. Los candidatos del macrismo pondrán en escena un presente en el que va cambiando la vida de la gente, para bien. Una película. El kirchnerismo solo evocará el pasado como una época de bonanza. El oficialismo se contentará con recordarlo en función de una actualidad judicial en la que Cristina Kirchner y muchos de sus exfuncionarios están involucrados en causas de corrupción. Esta polarización, que se irá acentuando en los próximos meses, dificultará la expresión de las corrientes políticas no alineadas con uno u otro bando, en mayor o menor medida críticas del gobierno actual y del que estuvo en el poder hasta diciembre de 2015. Es el caso de las listas de la alianza Sergio Massa-Margarita Stolbizer y del disidente kirchnerista Florencio Randazzo en el distrito que nos ocupa, donde se ibrará la madre de todas las batallas: la provincia de Buenos Aires. Agreguemos que allí, además del enfrentamiento a distancia entre el Presidente y su antecesora, habrá un duelo más cercano entre María Eugenia Vidal y Cristina Kirchner. Aunque la gobernadora, por razones obvias, no se presenta, apoyará a sus candidatos, entre ellos, muchas mujeres (Gladys González, segunda de la lista, Graciela Ocaña, Carolina Píparo, etc.), que defenderán la gestión de Vidal, signada por la lucha contra las mafias, frente a una expresidenta que representa a un sistema que, al menos, no las combatió con Daniel Scioli.

Por todas estas razones, y pese a que, como lo dijimos al principio, en aritmética parlamentaria no sean relevantes, las elecciones de octubre pueden devenir una suerte de tercera vuelta de las presidenciales del año 2015. De hecho, la mayoría de las cancillerías extranjeras las ven así, al igual que muchos potenciales inversores internacionales. Y dicen, sin ambages, que solo una ruptura confirmada con un pasado reciente que sufrieron podría abrir paso a la anunciada y postergada “lluvia de inversiones”. Una visión sin duda excesiva y parcial, pero es un dato de la realidad.

 

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