La Cámara  •  Publicaciones  •  Sectores económicos

Nuevo Rumbo económico: el momento de los resultados

La resolución de los problemas económicos y financieros de la Argentina se parecen a un rompecabezas. ¿Por dónde empezar? ¿Qué políticas son prioritarias? ¿Cuánto pesa el factor social?

La Argentina se encuentra completando un período de transición que comenzó cuando Mauricio Macri asumió el gobierno. En estos seis primeros meses la tarea diaria se centró, en buena medida, en solucionar desbalances heredados que no podían arrastrarse por más tiempo. La agenda ahora debe enfocarse en tareas a mediano y largo plazo, algunas de las cuales empiezan a encaminarse.

El balance de la transición

Fueron muchos los desafíos recibidos como herencia desde el pasado mes de diciembre, tanto en la arena económica como en la política y social. Dentro de los temas económicos, había una gama de problemas urgentes: algunos de ellos no podían perdurar mucho tiempo más, como el default de la deuda externa y el cepo cambiario, que eran necesarios para dejar atrás la "restricción" externa; otros requieren soluciones que demandan más tiempo, como la inflación; y también están las deficiencias que el país tenía pendiente encarar desde hace años, como la reciente propuesta de saldar deudas millonarias con los jubilados y mejorar la distribución de la masa coparticipable a las provincias, que también sirven como paliativos políticos y sociales.

El Gobierno trató un gran número de estos desafíos casi con igual nivel de urgencia, lo que allanó el camino para concentrarse ahora en una agenda de mediano plazo. La etapa de transición se caracterizó por las políticas que abordaron varios de estos temas, con la resolución del conflicto con los holdouts y la salida del cepo dentro de los más urgentes; en ambos casos, el Gobierno obtuvo éxitos resonantes. Otras decisiones, como el sinceramiento de las tarifas de servicios públicos, han sufrido más resistencia y aún requieren correcciones. En su conjunto, el balance es claramente favorable, pero solo es un punto de partida.

Fueron muchos los desafíos recibidos como herencia desde el pasado mes de diciembre, tanto en la arena económica como en la política y social.

¿Se ha terminado la transición? Poco importa la división temporal exacta, pero sin muchos temas urgentes para encarar, a la espera de que algunas medidas surjan efecto y con más tareas pendientes estructurales para encaminar, el gobierno actual -y el país en su conjunto- comienza una nueva etapa. La agenda es apretada y extensa, pero la transición sirvió para preparar el terreno.

Tareas pendientes de mediano plazo

Ahora, los economistas nos centramos en la agenda macroeconómica para los próximos años y en cómo encararla. Si bien fuertemente interrelacionados, retomar la senda de crecimiento económico, reducir el déficit fiscal y bajar los niveles de inflación son, sin lugar a dudas, objetivos prioritarios. Los planes del gobierno procuran ser consistentes con este camino aunque existen riesgos, principalmente en la implementación. La agenda económica incluye muchas otras tareas pendientes, como la reducción de los déficits energético y de infraestructura, una mayor inserción comercial y el desarrollo de un mercado hipotecario accesible.

En nuestra visión, el punto de partida tiene que ser lograr una senda de crecimiento económico, principalmente porque soluciona buena parte del resto de los conflictos en agenda. La Argentina no creció en los últimos cinco años en promedio, y no lo hizo tanto por una productividad en descenso como por falta de inversión. En consecuencia, no generó puestos netos de trabajo en el sector privado; el sector público, por su parte, absorbió la tarea de contener el desempleo, suplantando una caída en los ingresos reales con un aumento en la presión tributaria.

Las políticas distorsivas, como las restricciones a las importaciones y el cepo cambiario, perjudicaron la productividad en tiempos en los que el desarrollo tecnológico, en el resto del mundo, la mejoró. La inversión, hoy en niveles bajos -16% del PIB-, no es compatible con el crecimiento potencial que la Argentina podría tener. Nuestro país podría registrar un alza del 5% en la inversión si se consigue llegar a los niveles de los países vecinos, lo que permitiría tener tasas de crecimiento económico de 4,5% en los próximos años. Un deterioro en el interés de los inversores por los países emergentes y la existencia de cuellos de botella representan riesgos para este plan. El crecimiento económico permite afrontar con mayor holgura los problemas en materia fiscal e inflacionaria porque licúa los gastos y aumenta la base impositiva, disminuyendo la necesidad de emitir dinero para financiar al fisco, a la vez que estimula la demanda por la moneda argentina. Una reducción en la tasa de inflación hasta niveles cercanos a los de referencia internacional -un dígito- es una de las principales tareas pendientes para un contexto económico compatible con el desarrollo. La inflación actúa como un fuerte inhibidor al momento de invertir en la Argentina, y se ha convertido en un reclamo prioritario por parte de todos los sectores productivos.

El punto de partida tiene que ser lograr una senda de crecimiento económico, principalmente porque soluciona buena parte del resto de los conflictos en agenda.

A pesar de casi una década con inflación de dos dígitos, es una meta que debería alcanzarse gradualmente en los próximos años si el gobierno cumple con su plan en materia fiscal mirando hacia adelante. Un déficit fiscal creciente, sin posibilidades de acceder al endeudamiento externo, fue una variable fundamental detrás de este proceso inflacionario. Tras haber recuperado el acceso a los mercados de crédito internacionales, una consolidación fiscal creíble es uno de los componentes más importantes que hacen falta para reducir la inflación. Consciente de este fenómeno de dominancia fiscal que ha caracterizado el problema de la inflación en la Argentina, el gobierno presentó a principios de este año sus metas fiscales y de inflación para los cuatro años de gobierno.

El gobierno actual -y el país en su conjunto- comienza una nueva etapa.

El BCRA, un actor vital

La nueva política del Banco Central busca ser compatible con la meta de inflación en el mediano plazo. Para ello, asumió el costo de esterilizar el excedente de emisión, que por diciembre del año pasado se reflejaba en una base monetaria expandiéndose al 42% interanual; este año terminará creciendo cerca de un 17% interanual para diciembre. Los beneficios en términos inflacionarios que se han podido percibir son moderados, pero eso es consistente con la evidencia empírica: el impacto en el corto plazo es, haciendo cálculos finos, unos 4 puntos de reducción en la inflación para este año. Los beneficios de esa absorción se observarán de forma plena en el mediano plazo.

El déficit fiscal se cerrará gradualmente si la Argentina retoma una senda de crecimiento sostenido. Pero es una apuesta fuerte, con riesgos, porque las medidas adoptadas hasta el momento, al margen de ser necesarias, contribuyeron a ampliar el déficit antes que a subsanarlo, y el espacio para aumentar la presión tributaria es limitado.

Documentation

Download Perspectives_1212_dossier_ESP.pdf  (PDF • 479 KB)

MÁS NOTICIAS:

Share this page Share on FacebookShare on TwitterShare on Linkedin