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“Mi plan de acción” - Entrevista exclusiva al nuevo embajador de Francia

El nuevo embajador de Francia en la Argentina recibió a la redacción de Perspectives para una charla abierta en la que evocó sus objetivos para los próximos meses, el estado de las relaciones entre los dos países, los desafíos económicos del gobierno del presidente Mauricio Macri y las negociaciones entre el mercosur y la Unión Europea.

Diplomático de carrera, Pierre Henri Guignard encarna a la perfección el equilibrio entre cordialidad y protocolo que es la marca de la gran tradición del Quai-d’Orsay. Pero este experto en cuestiones latinoamericanas, que habla un perfecto castellano, es todo menos acartonado. Sonriente, afable, directo, el nuevo embajador de Francia es también un hombre de comunicación: desde 1978, cuando inicia su carrera como joven encargado de difusión cultural en la embajada de Francia en Lima, hasta 1997, cuando deja el puesto de vocero de la Misión permanente de su país ante las Naciones Unidas en Washington, fue sucesivamente consejero de prensa en México, Montréal y Ottawa, director adjunto de prensa en Washington.

En una segunda etapa, ocupa cargos centrales en el dispositivo diplomático francés, como jefe de gabinete del embajador en Washington, luego jefe adjunto de gabinete (y también consejero para Asuntos Latinoamericanos) del ministro de Relaciones Exteriores y finalmente, director adjunto de Protocolo del Ministerio, antes de ser designado embajador en Panamá en el 2007. Vuelve a Washington en el 2009, como embajador ante la OEA (Organización de Estados Americanos), regresando a París en el 2013 como secretario general de la organización de la Conferencia sobre el Cambio Climático, más conocida como COP 21, que tuvo lugar en la capital francesa en diciembre del año pasado. Multifacético, Pierre Henri Guignard es también escritor, aunque lo niegue con elegancia (“Solo escribo”, dice). Entre sus obras publicadas, un libro sobre protocolo (Protocole et cérémonial, l’ordre de la République), otro relacionado con el secuestro de la política franco colombiana Ingrid Betancourt, episodio que vivió de cerca en tanto consejero para los Asuntos Latinoamericanos del entonces canciller Dominique de Villepin (À l’encre verte, lettres à Ingrid Betancourt et à quelques autres) y una novela (Trois jours en Angleterre). Una pasión que comparte con su esposa, la periodista franco mexicana Marie-Carmen Boué, autora de Muy buenos días Pepe.

Pierre Henri Guignard recibió a Perspectives en su despacho del Palacio Ortiz Basualdo. Iniciamos el diálogo preguntándole cómo veía su rol como embajador de Francia en la Argentina:

Para mí, un embajador es antes que nada un servidor del Estado, un servidor público. Ser funcionario es un honor y un privilegio, pero también una responsabilidad que implica deberes y obligaciones. Más aún cuando uno lo hace en el extranjero. Como embajador de Francia debo defender a mi país, sus valores, sus intereses y sus productos, así como a la comunidad francesa residente en el país de destino, en este caso la Argentina. Uno llega con una hoja de ruta, compuesta por todas las instrucciones de los servicios del Estado involucrados –son muchos legajos, ¡créanme!-, hoja de ruta que hay que transformar en un plan de acción, con el concurso de todos los colaboradores de la embajada, porque el embajador es también el capitán de un equipo, el equipo de Francia en la Argentina en lo que me concierne. Es lo que hice desde mi llegada a mediados de septiembre, con el fin de poder presentar dicho plan de acción en París el 7 de diciembre. Fue un proceso muy interesante de movilización y concertación.

El plan de acción tiene tres prioridades definidas. La primera es económica. Se trata de abrir mercados para las empresas francesas. El momento es clave, porque la Argentina de hoy se abre nuevamente al mundo y queremos que nuestras empresas sepan aprovecharlo para comprar, vender e invertir. La segunda es cultural. Debemos seguir trabajando sobre el increíble capital cultural que une a nuestros países desde el mismo nacimiento de la Nación Argentina, cuyos fundadores retomaron los valores de la Revolución Francesa. Recordemos también que cerca de 300.000 franceses se instalaron aquí en los siglos XIX y XX. En fin, sin repasar la historia, no cabe duda que hay un conocimiento cruzado entre los dos países que constituye un zócalo impresionante para la presencia cultural francesa en la Argentina. Es un capital que podemos y debemos aumentar, aprovechando las tecnologías de la información, las redes sociales, profundizando nuestra cooperación científica y técnica, multiplicando los intercambios de estudiantes, etc.

La tercera prioridad, obviamente, es política, y se basa en la hoja de ruta delineada por los presidentes François Hollande y Mauricio Macri en febrero. Hollande fue el primer jefe de Estado no regional que vino a la Argentina después de la formación del nuevo gobierno. El contacto entre los dos hombres fue excelente y acordaron invitar a sus colaboradores respectivos a fomentar un mayor acercamiento entre nuestras empresas y entre ambos países en los grandes foros mundiales. Trabajamos juntos en las Naciones Unidas, y nunca estamos en desacuerdo. También formamos parte del G 20, cuya cumbre 2018 tendrá lugar en la Argentina. Francia apoya también la candidatura de la Argentina a la OCDE (Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos), cuya sede está en París, del mismo modo que apoyó su entrada a la OIF (Organización Internacional de la Francofonía), que integró como miembro observador en la cumbre de Madagascar de noviembre de este año.

En grandes líneas, éstas son las prioridades de mi agenda de servidor del Estado como embajador de Francia en la Argentina. Agrego que he tenido la suerte de llegar solo siete meses después de una visita presidencial que relanzó las relaciones bilaterales y generó una dinámica en la cual me inscribo, como capitán de un equipo que no se limita a la embajada. Quiero incluir en él a todos los actores de la relación bilateral: los responsables de los dos establecimientos escolares franco argentinos de Buenos Aires y de las 53 Alianzas Francesas del país, los Consejeros del Comercio Exterior, la Cámara de Comercio e Industria Franco Argentina (CCI France Argentine), que cumple un rol fundamental en el acompañamiento de las empresas, etc.

Respecto de la economía, Usted habló deincitar las empresas francesas a invertir en la Argentina. Hasta ahora, hubo visitas de empresarios e incluso de una delegación del MEDEF (Movimiento de Empresas de Francia) Internacional. Pero las inversiones no llegan. ¿Por qué?

Recordemos primero que el cambio de gobierno en la Argentina tiene apenas un año. Los presidentes Hollande y Macri se vieron en febrero en Buenos Aires y en julio en París. Las visitas de empresarios tuvieron lugar después. Hay un curso natural que es lento. Es fácil hacer venir a los inversores, es más difícil hacer venir inversiones. Para que éstas se concreten es necesario que vuelva la confianza, que no puede restablecerse en pocos días. Es cierto que el gobierno argentino ha tomado rápidamente medidas económicas muy importantes, que son alentadoras para las empresas francesas. Pero pesa también un pasado reciente, que no fue siempre sencillo, y que llevó a algunas de ellas a recurrir al Ciadi (Centro Internacional de Arreglos de Diferencias Relativas a Inversiones). Ya fueron resueltos unos cuantos litigios y las autoridades argentinas se comprometieron a ayudar a la solución de los que aún están pendientes. Esta etapa está en proceso de realización y no dudo de que, una vez el terreno despejado, estén reunidas las condiciones para que haya nuevas inversiones.

Por otra parte, cabe señalar que hay otras cuestiones que explican la prudencia de los inversores. Si bien el gobierno ha avanzado con reformas profundas, y demostrado además una gran capacidad de negociación, especialmente con las provincias y los sindicatos, lo que le permitió obtener el voto de leyes clave en el Congreso sin tener mayoría parlamentaria, la inflación sigue siendo elevada. Y el contexto regional no ayuda: la difícil situación de la economía brasileña, por ejemplo,
afecta también a la Argentina. Nosotros invitamos a los inversores franceses a observar con serenidad la evolución del país. Quizás la mejor señal que los alentaría a apostar por la Argentina sería que vuelvan también las inversiones de los propios argentinos.

Dicho esto, Sanofi y otras empresas ya radicadas anunciaron inversiones en los últimos meses. Y la apertura de las importaciones permite esperar un aumento del comercio bilateral.

¿El acercamiento a la OCDE puede facilitar ese retorno de la confianza que necesita la Argentina?

Sin lugar a dudas. La Argentina ha enviado varias misiones a París para acelerar el proceso de adhesión y ha recibido importantes delegaciones de la OCDE en Buenos Aires. Se han dado pasos importantes, que Francia apoya. La entrada a la OCDE implica adherir a una visión del mundo que comparten sus actuales miembros y adoptar elementos normativos que reforzarán la previsibilidad y la transparencia de la economía argentina, lo que reforzará la confianza de los inversores.

¿Cómo ve el rol internacional de la Argentina, especialmente en el Mercosur, cuya presidencia pro tempore asume en este mes de diciembre?

Creo que están dadas las condiciones para que la diplomacia argentina se haga escuchar en la región y en el mundo. En realidad, debería decir las diplomacias argentinas, habida cuenta del rol del papa Francisco, que intervino recientemente en la crisis venezolana. La Argentina ya tiene un rol importante en el mundo y creo que éste irá en ascenso. El presidente Mauricio Macri se ha encontrado con numerosos líderes, aquí y en el exterior, y ha tenido un muy buen contacto con ellos. Además, la canciller Susana Malcorra es muy activa y su fino conocimiento del multilateralismo es de gran utilidad para el país.

Respecto del Mercosur, estamos obviamente pendientes de la negociación del acuerdo de libre comercio con la Unión Europea. Hace tiempo que esperamos que se pueda firmar y hoy se da que ambas partes lo desean. Francia está a favor de este acuerdo, con la condición de que los intereses de ambos bloques sean respetados. Es fundamental que nos tomemos el tiempo que sea necesario para negociar de manera a llegar a un acuerdo equilibrado y satisfactorio tanto para el Mercosur como para la Unión Europea.

Debo aclarar que, contrariamente a lo que escucho decir a veces, Francia no se opone al acuerdo para proteger a su agricultura. La agricultura francesa no necesita más protección que la italiana, la española, la portuguesa o la alemana. Es una agricultura exportadora que necesita abrir nuevos mercados. Sí es cierto que hay agricultores franceses que conocen una situación de crisis, como en el sector de la lana o el de la carne, y debemos buscar soluciones para estos productores. Pero
también es cierto que en la Argentina existe un tejido social de pequeños agricultores tan vulnerables a la apertura como los franceses. Nuestro objetivo es que el futuro acuerdo tome en cuenta las situaciones particulares de ciertos grupos, lo que vale tanto para la pequeña agricultura argentina como para la francesa, y que los negociadores encuentren la manera de preservar y proteger a los sectores vulnerables de ambos lados del Atlántico. Como decía, hay que tomarse el tiempo de la negociación para llegar a un acuerdo equilibrado. Y tener en cuenta que el Mercosur está debilitado a la vez que la Unión Europea debe manejar la difícil situación generada por el Brexit. En este contexto, me parece que una clave del éxito es que logremos interesar a las sociedades civiles de ambos bloques a la negociación. Para evitar el riesgo de que en algún momento un grupo, un sector o una comunidad se opongan al acuerdo e impida su concreción, lo que estuvo a punto de suceder entre la UE y Canadá. Es importante construir confianza con el apoyo del conjunto de la sociedad.

Con la colaboración de Laurence Thouin

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