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El tiempo de los soft skills

¿Qué cambios deben encararse hoy en los programas de estudio para preparar al alumnado ante las nuevas formas de trabajo?

Cuando nos planteamos el tema de la preparación de los jóvenes universitarios para el mundo del trabajo actual, lo primero que nos viene a la mente es la tecnología. La incorporación de las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) en los diseños curriculares y la inclusión de tecnologías en nuestras prácticas de enseñanza parecen la solución esperada y final. Los estudiantes son nativos digitales, entonces al grito de "Eureka" decimos: "¡démosles tecnología!".

Sin embargo, en las reuniones que mantengo con representantes de empresas, estudios profesionales y expertos en Recursos Humanos para hablar sobre la inserción profesional de los estudiantes, se repite una idea: la clave reside en los soft skills. El mundo profesional sabe lo que necesita: graduados universitarios con -insisto- soft skills.

Leemos y escuchamos que los conocimientos o destrezas técnicas, mecánicas y prácticas (denominadas hard skills) ya no alcanzan para tener éxito. Desde luego, hoy el mundo requiere profesionales que cuenten con dichos instrumentos, pero que también posean las llamadas soft skills, habilidades sociales o blandas.

Lo que exige el mundo laboral

En una capacitación dictada hace pocas semanas en Lima, Perú, por parte de la Asociación Universitaria de la Francofonía (AUF) para los representantes de las universidades que conforman la Red REFRA (por la Argentina, su integrante es la Universidad del Salvador), también analizábamos el vínculo entre formación universitaria, tecnología y soft skills. Dentro de estas últimas encontramos: inteligencia emocional (empatía para interactuar con otras personas de manera efectiva); liderazgo (para llevar adelante proyectos complejos e inspirar a los otros); comunicación efectiva oral, escrita y no verbal; habilidad de concentración (para no dispersarse con los múltiples estímulos que nos rodean, como las redes sociales y las alertas de noticias); desarrollo personal (para conocerse a sí mismo y ser consciente de las propias fortalezas y debilidades) y otras, como motivación, autoestima, manejo de las presiones y del estrés.

En el mundo académico, principalmente en ciertas disciplinas tradicionales como el Derecho, nos cuesta descubrir en qué consiste esta demanda del mundo profesional. Por ello, se dice que la comunidad educativa brinda poca importancia a la enseñanza de estas habilidades blandas, que se vinculan con la productividad y la gestión de equipos, y que incluyen el entusiasmo y la motivación, el trato interpersonal, la profesionalidad, la flexibilidad y adaptabilidad. De la misma manera, “flexibilidad y adaptabilidad” no son conceptos fáciles de adoptar en un ámbito de formación acostumbrado a la trasmisión de contenidos teóricos.

Sin embargo, a nivel estructural académico notamos que se realizan esfuerzos para mejorar en este sentido. Por ejemplo, en los planes de estudio más avanzados, como el que ofreceremos en la carrera de Abogacía de la Universidad del Salvador a partir del año que viene, se incluye la enseñanza de materias como “Argumentación y Oratoria” y “Derecho y nuevas tecnologías”. En este nuevo plan también se enfatiza la importancia de la formación en la práctica profesional, realización de pasantías, voluntariado y prácticas profesionalizantes, y la utilización de tecnología dentro y fuera de las aulas. Este es solamente un ejemplo que se repite como eje rector en todos los campos de conocimiento.

Las habilidades sociales

Sin dudas, lo fundamental en este tema es la actitud de los docentes. En la Universidad del Salvador, nuestro lema “ciencia a la mente y virtud al corazón” nos insta a procurar una formación en la cual la comprensión, el respeto y el diálogo sean las bases de la convivencia.

Somos los docentes quienes debemos esforzarnos en desarrollar en nosotros mismos estas habilidades sociales para transmitirlas en forma espontánea. Ser capaces de comunicarnos bien y con claridad. Explicar a fondo los pensamientos e ideas con detalle y convicción. Escuchar con atención a los estudiantes. Ejercer y estimular el pensamiento crítico. Ser imaginativos, utilizar la experiencia pasada y la investigación para resolver los problemas actuales. Ser amables, profesionales, puntuales. Tener contacto visual y utilizar un lenguaje corporal que transmita confianza. Ser organizados, planificar las clases y sus cronogramas.

Por ello, más que pensar en cómo “enseñar” estas habilidades les propongo reflexionar, cada uno en su interior, en cómo “vivirlas”.

 

Fotos: Estudiantes universitarios. GCABA. / Nuevo edificio sustentable de la Universidad del Salvador. USAL. 

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