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El efecto Greta

¿Greta es la expresión de una nueva generación que ha renovado sus demandas, o esas nuevas demandas dieron como resultado a Greta? ¿Cuál es el futuro del trabajo para las nuevas generaciones, y por qué los centennials exigen cambios a las empresas y en el modo en que vivimos y cuidamos nuestro planeta?

Greta Thunberg, la adolescente que en 2018 se sentó frente al parlamento sueco con su cartel de "huelga escolar por el clima" es, quizá, el primer fenómeno global que visibiliza el modo de ser y sentir de los centennials, los adolescentes y jóvenes nacidos a partir del año 1997/2000 aproximadamente. 

Greta pasó de ser una niña en huelga a movilizar millones de personas alrededor del mundo, la mayoría de su propia generación. En la Argentina, el movimiento que alerta sobre los impactos del cambio climático se extendió rápidamente a través de las redes y de jóvenes que representaron la voz de Greta por estas latitudes. La guerra contra el plástico, contra productos de origen animal y muchos otros cambios profundos en el sistema de consumo propiciados por estos fieles representantes del mundo centennial son la punta del iceberg de una generación que es mucho más crítica aún que su antecesora (los millennials) respecto de los paradigmas sociales imperantes.

Si son tan críticos del orden social/ambiental vigente, cómo no habrían de serlo con el mundo de las organizaciones que están empezando a habitar. 

El "moderno" mundo del trabajo

En 2012 terminé de escribir "El trabajo en la posmodernidad", que ponía el foco en la irrupción de los millennials en el mundo del trabajo. Recién se comenzaba a interpretar a esta nueva generación emergente: los centennials.

En estos siete años, los millennials ya son parte activa en la vida de las organizaciones, incluso ocupando ya posiciones de liderazgo o desarrollando sus propios negocios. Muchos también han escapado del sistema tradicional del mundo corporativo, y una gran cantidad también ha quedado excluida -en el caso argentino- del sistema formal de empleo.

El problema estructural de la inserción de los jóvenes en el mundo formal del trabajo en Latinoamérica es tal vez uno de los escollos más importantes para el desarrollo y la dinamización social. Jóvenes desertores tempranos del sistema educativo formal que, a temprana edad, no encuentran un mercado laboral que los contenga genera un círculo vicioso de exclusión entre la falta de educación y empleo, algo que es difícil de solucionar en el mediano plazo sin políticas activas de educación, empleo e inclusión.

Mientras tanto, los centennials que tienen la suerte de acceder al mercado laboral formal en estas épocas presentan desafíos nuevos y similares a aquellos de los millennials para las organizaciones: traen nuevas demandas y -en muchos casos- con mayor intransigencia, como el caso de Greta y el fenómeno que encarna. Los desafíos para las organizaciones se presentan en dos dimensiones: los nuevos jóvenes como empleados o futuros empleados, pero más importantes como actuales consumidores. Por lo tanto, entenderlos y generar acciones en línea con sus necesidades y valores sociales es absolutamente relevante para el futuro de los negocios. El problema radica en que el paradigma de consumo y trabajo en muchos casos aparece absolutamente divergente con el statu quo imperante.

Nuevo concepto de trabajo, viejo mandato familiar

Algo cambió radicalmente entre la aparición millenial y el presente: la profunda disrupción tecnológica/digital llamada, en algunos casos, Tercera Revolución Industrial. La inteligencia artificial, el streaming, las redes sociales, la automatización, el big data, las impresoras 3D, el blockchain, las criptomonedas y tantas otras nuevas tecnologías están creando un nuevo mundo para las organizaciones y sus negocios; también para los jóvenes que son testigos de los debates sobre lo que se llama “el futuro del trabajo”. Algunos autores, como Jeremy Rifkin, incluso mencionan desde hace mucho tiempo el concepto de “fin del trabajo” e intentan describir lo que implicará, en términos metafóricos, la transformación de los actuales empleos por el impacto de las nuevas tecnologías. El “fin del trabajo” tal como lo conocíamos. Muchas profesiones y oficios dejarán de existir en pocos años por la irrupción de las tecnologías emergentes.

Los centennials probablemente estén estudiando o formándose para tareas que no existirán cuando terminen su camino en la educación formal: es una generación que, a diferencia de la anterior, tendrá que convivir con mayor incerteza respecto de su futuro laboral. Esto se suma a las demás incertidumbres que ellos mismos visibilizan activamente sobre el futuro del planeta en términos ecológicos y sociales.

Esta incertidumbre convive, a la vez, con una mayor plasticidad vocacional. Lo que llamé en 2012 "el fin de las vocaciones" se ve incrementado en esta generación, que termina su educación secundaria con muchísimo menos direccionamiento sobre lo que desean hacer. Por lo tanto, sus primeros años laborales o de educación terciaria son también una etapa de exploración, ensayo y error que puede cambiar radicalmente en pocos meses. Los motivos son múltiples. El menor "mandato familiar" sobre los oficios y profesiones les abre un abanico más relajado de opciones. El sentido de exploración permanente y la facilidad para cambiar sin culpas juega también su parte. 

La pregunta esencial que debemos hacernos es cómo podemos ayudarlos en esa construcción vocacional como padres y desde las organizaciones, entendiendo y respetando los deseos pero, al mismo tiempo, guiando para que puedan realizarse en el campo laboral en un contexto tan cambiante. 

El falso dilema de la interacción virtual vs. real

Hasta hoy, ni las organizaciones ni el sistema educativo han podido transformarse a la velocidad necesaria para facilitar el proceso de inserción de muchos de los nuevos trabajadores. Los centennials, como nativos digitales, han vivido toda su infancia y adolescencia “conectados” en redes la mayor parte de su tiempo. En esa conexión digital pasaron más tiempo de la que se genera cara a cara, lo que configura su modo de comunicarse, de establecer vínculos, de relacionarse y aprender. Una buena síntesis de ese
modelo de relación interpersonal es el juego virtual “Fortnite”, que sorprendió a los adultos por su masividad y permanencia en los últimos años. La cantidad de horas que los jóvenes pasan frente a la pantalla, la interconexión con pares a poca distancia de cada hogar o en otros continentes, la pasión en esa interconexión y el “aislamiento” con el medio ambiente real que provoca el juego es un fenómeno que nos asombra como adultos; esa conexión virtual en red es la misma que luego se establece en redes sociales. Es posible que “Fortnite” represente incluso una diferencia con los modos de relación con la generación anterior que, si bien ya tenía sus propios mecanismos de conexión virtual, estaban más focalizados en el “uno a uno” vía teléfono inteligente y con menores niveles de interconexión masiva y colaborativa.

La generación "Fortnite" no solo se quiere observar a través de redes, sino que también quiere co-construir y colaborar más activamente a través de la tecnología. Aprender a través de la interacción tecnológica. Compartir información en un nivel horizontal desjerarquizado. Como en el caso de Greta y sus seguidores, cuando hay un interés común, con información compartida, el proceso colaborativo no tiene límites territoriales o idiomáticos.

El compromiso generacional ante todo

La pregunta sobre si es mejor o peor este tipo de construcción de vínculos en comparación con los anteriores es irrelevante, en la medida en que son procesos sociológicos tan independientes que el deseo de quienes venimos de otras generaciones no va a cambiar ese modo de relacionarse. Entonces, la pregunta siguiente sería: ese modo de relacionamiento y aprendizaje digital/colaborativo, ¿encuentra un contexto favorable en los modelos educativos/laborales actuales? ¿Las organizaciones de ambos ámbitos están preparadas para sacar lo mejor de estos jóvenes? ¿De desarrollarlos en su máximo potencial? ¿O aún subsisten los modelos de interacción previos en donde manda la comunicación cara a cara, el relacionamiento personal, los objetivos individuales, los proyectos con líderes jerárquicos,  etc.?

La respuesta es obvia. Las organizaciones más jóvenes, basadas en la tecnología digital, fundadas y pensadas para estos futuros consumidores, probablemente estén más cerca de la respuesta. Las organizaciones ágiles con metodologías de proyectos ágiles, también. Pero la mayoría de las instituciones educativas y las organizaciones de las más diversas industrias aún tienen un largo camino para recorrer.

Muchas características de los millennials están presentes en los centennials: quizá, la más significativa para entender el futuro del mundo laboral sea la escasa confianza que los jóvenes tienen hoy en todo tipo de instituciones, entre ellas las organizaciones empresariales. Esa desconfianza se traduce en una mayor demanda como empleados y, a la vez, como ciudadanos en términos del rol social que les reclaman a las compañías. Los jóvenes actuales
construyen su compromiso a partir del alineamiento de su propósito personal con el de las organizaciones en las que trabajan. Y como el bienestar social, expresado en el “efecto Greta”, está al tope de sus intereses individuales y colectivos, requieren que el rol de las firmas en las cuales trabajan o trabajarán esté en línea con esos intereses.

Finalmente, el papel de los líderes tiene aún mayor relevancia que en la generación anterior. El “jefe” es la compañía, más que nunca. La manera en la que estos líderes se relacionen con simpleza, cercanía, generosidad y retroalimentación hará que los centennials encuentren el vehículo adecuado para contener sus necesidades y demandas. O, por el contrario, que sean uno de los factores determinantes en la falta de construcción del compromiso y de la convivencia generacional.

 

Foto: twitter Greta Thunberg

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